Aún recuerdo claramente la última vez que nos vimos, era una noche de Primavera en donde el refrescante clima se mezclaba con tu dulce compañía y daba vida a una experiencia sui géneris que quedó grabada en mis púpilas.
Las puertas de mi alma se abrieron inconcientemente a tu corazón sin espinas que sólo buscaba la manera de encontrar salida a los tropiezos de la vida.
Ahí estaba yo, buscando labios resecados por la desdicha y tú necesitando la compañía de un soñador que siempre se fio de la magia nocturna que encierran los corazones más tristes para llevarlos a la cima del mundo en donde nadie hace daño.
En ese pequeño y gran espacio a la vez, no importaba el tiempo ni el lugar, sólo existía nuestra isla de pensamientos a la cual llegabamos con la ayuda de dos delfines sentimentales que nos hacían recordar que nunca es demasiado tarde para volver a sentirse libre.
Caminar por la acera de la nostalgia y jugando con el desnivel del sentir nos convertía nuevamente en dos niños sin preocupaciones, sin lágrimas ni tristezas que hoy suele sentarse cada mañana. La manera que tu mirada me invitaba a permanecer a tu lado, las ganas de escucharte en cada suspiro del alma, así eramos nosotros, dos personas imperfectas en nuestro mundo perfecto.
Caía la noche y con la presencia de la luna se aproximaba el final de nuestro encuentro, encuentro que quedó marcado por la despedida innecesaria a la que hoy me doy cuenta, pero el destino siempre suele jugar una mala pasada que sin explicaciones nos vemos sumergidos en un futuro con muchos sueños, sueños que no se pueden evitar vivirlos porque simplemente así está escrito.
Grato fue encontrarte, injusto fue alejarme, pero lo más sorprendente es que hoy volvernos a juntarnos y te prometo que no me iré, los miedos los dejé atrás, las dudas y frustraciones las desterraste de mi ser y conviertes a este hombre en alguien que no deja de preguntarle al sol si te alumbrará cada mañana, al viento si acaricia tu rostro, a aquel parque y calles en donde solíamos estar si tus pasos siguen dejando huella o es que el tiempo se encargó de borrarlas.
Lo sé, tuve temor, pero mis días de incertidumbre desaparecieron y me permitiste ver más allá de la sombra acosadora que intentaba ocultarme entre las tinieblas.
Hoy me levantó y sé que pronto estaré allí de nuevo, pero no para recordar lo vivido, sino para recuperar y mejorar nuestro mundo que dejamos atrás, así soy yo, muy expresivo y así eres tú, musa que permite la expresión niño - hombre brote de mis más profundos sentimientos.
Ven, siéntate a mi lado y mirémonos en medio de la brisa cálida que nos envuelve en la noche perfecta. Tú y yo ya no estaremos sin el uno del otro, promesa que la mantendré toda mi vida, porque el mejor momento de mi vida fuiste y seguirás siendo tú.
Las puertas de mi alma se abrieron inconcientemente a tu corazón sin espinas que sólo buscaba la manera de encontrar salida a los tropiezos de la vida.
Ahí estaba yo, buscando labios resecados por la desdicha y tú necesitando la compañía de un soñador que siempre se fio de la magia nocturna que encierran los corazones más tristes para llevarlos a la cima del mundo en donde nadie hace daño.
En ese pequeño y gran espacio a la vez, no importaba el tiempo ni el lugar, sólo existía nuestra isla de pensamientos a la cual llegabamos con la ayuda de dos delfines sentimentales que nos hacían recordar que nunca es demasiado tarde para volver a sentirse libre.
Caminar por la acera de la nostalgia y jugando con el desnivel del sentir nos convertía nuevamente en dos niños sin preocupaciones, sin lágrimas ni tristezas que hoy suele sentarse cada mañana. La manera que tu mirada me invitaba a permanecer a tu lado, las ganas de escucharte en cada suspiro del alma, así eramos nosotros, dos personas imperfectas en nuestro mundo perfecto.
Caía la noche y con la presencia de la luna se aproximaba el final de nuestro encuentro, encuentro que quedó marcado por la despedida innecesaria a la que hoy me doy cuenta, pero el destino siempre suele jugar una mala pasada que sin explicaciones nos vemos sumergidos en un futuro con muchos sueños, sueños que no se pueden evitar vivirlos porque simplemente así está escrito.
Grato fue encontrarte, injusto fue alejarme, pero lo más sorprendente es que hoy volvernos a juntarnos y te prometo que no me iré, los miedos los dejé atrás, las dudas y frustraciones las desterraste de mi ser y conviertes a este hombre en alguien que no deja de preguntarle al sol si te alumbrará cada mañana, al viento si acaricia tu rostro, a aquel parque y calles en donde solíamos estar si tus pasos siguen dejando huella o es que el tiempo se encargó de borrarlas.
Lo sé, tuve temor, pero mis días de incertidumbre desaparecieron y me permitiste ver más allá de la sombra acosadora que intentaba ocultarme entre las tinieblas.
Hoy me levantó y sé que pronto estaré allí de nuevo, pero no para recordar lo vivido, sino para recuperar y mejorar nuestro mundo que dejamos atrás, así soy yo, muy expresivo y así eres tú, musa que permite la expresión niño - hombre brote de mis más profundos sentimientos.
Ven, siéntate a mi lado y mirémonos en medio de la brisa cálida que nos envuelve en la noche perfecta. Tú y yo ya no estaremos sin el uno del otro, promesa que la mantendré toda mi vida, porque el mejor momento de mi vida fuiste y seguirás siendo tú.