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Un día, cuando era estudiante de secundaria, vi a un compañero de clase caminando de regreso a su casa, se llamaba Alan, iba cargando todos sus libros y yo me pregunté… hoy viernes? Bueno, yo ya tenía planes para el fin de semana, fiestas y un partido de fútbol con mis amigos el sábado por la tarde, así que me encogí de hombros y seguí mi camino. Mientras caminaba vi a un grupo de chicos corriendo hacia Alan, cuando lo alcanzaron le tiraron todos sus libros y lo botaron al suelo, miré hacia él y pude ver una intensa tristeza en sus ojos, mi corazón se estremeció así que corrí hacia él mientras gateaba para recoger sus gafas, una lágrima cayó de sus ojos, le acerqué los lentes y le dije “esos chicos son unos tarados, no deberían hacer esto”, me miró y me dijo “gracias”, había una pequeña sonrisa en su rostro, una de esas sonrisas que mostraba verdadera gratitud. Lo ayudé con sus libros, vivía cerca de mi casa, le pregunté porqué no lo había visto antes y me contó que se acababa de mudar al barrio, le pregunté si quería jugar fútbol mañana por la tarde con mis amigos y él aceptó. Estuvimos juntos todo el fin de semana, mientras más conocía a Alan mejor me caía, tanto a mí como a mis amigos.
Llegó el lunes por la mañana y ahí estaba Alan con aquella enorme pila de libros de nuevo, me paré y le dije: “hola, vas a sacar buenos músculos si cargas todos estos libros”, él se rió y me dio la mitad para que lo ayudará.
Durante lo siguientes 4 años nos convertimos en los mejores amigos, cuando ya estábamos por terminar la secundaria, Alan decidió ir a la universidad de Lima y yo viajé a Trujillo para estudiar Ciencias de la Comunicación en la universidad César Vallejo. Sabía que siempre seríamos amigos, que la distancia no sería un problema.
Llegó el día de la graduación, él fue para el discurso y yo estaba feliz de no ser el que tenía que hablar, pude ver que él estaba nervioso, así que le di una palmadita en la espalda y le dije todo saldrá bien, me sonrió y me dijo “gracias”.
Limpió su garganta y comenzó su discurso: “La graduación es un buen momento para dar gracias a todas aquellas personas que nos han ayudado a través de estos cinco años difíciles, tus padres, tus hermanos, tus profesores, pero principalmente a tus amigos, yo estoy aquí para decirles que ser amigo de alguien es el mejor regalo que podemos dar y recibir, y a éste propósito les voy a contar una historia… yo miraba a mi amigo y me alegraba de verlo feliz hasta que de pronto comenzó a contar el primer día que nos conocimos, cuando los tipos se le acercaron, cuando luego yo me acerqué y cuando caminamos a su casa y las cosas que nos contamos… hasta que de pronto se le torció la voz, tomó un poco de agua para continuar con el relato, pero se quedó callado, fueron 5 o tal ves 6 segundos casi eternos de silencio, de pronto me miró fijamente y dijo…”ese día al regresar de la escuela, me sentía mal por todo y antes de llegar a casa tenía planeado suicidarme…”, “llevaba todos mis libros porque había limpiado mi armario escolar, para que mi madre no tuviera que ir al colegio a recogerlos, pero ese día afortunadamente fui salvado por mi amigo, evitó que hiciera algo irremediable…”, yo escuchaba con asombro como el estudiante del año contaba todos esos momentos de debilidad. Sus padres también me miraban y me sonrieron, con esa misma sonrisa de gratitud, en ese momento me di cuenta de lo profundo de sus palabras, Alan le hablaba a todos, pero sabía que sobretodo se dirigía a mí. Antes de terminar él dijo… “nunca, pero nunca subestimes el poder de tus acciones, con un pequeño gesto puedes cambiar la de vida de otra persona para bien o para mal. Dios nos pone a cada uno frente a la vida de otros para impactarlos de alguna manera.”
“LOS AMIGOS SON ÁNGELES QUE NOS LLEVAN EN SUS BRAZOS CUANDO NUESTRAS ALAS TIENEN PROBLEMAS PARA RECORDAR COMO VOLVER A VOLAR”